AUTOBIOGRAFÍA

MEMORIAS DE UN MONJE BUDISTA

MATTHIEU RICARD

(Arpa – Barcelona)

Si ya existe una sentencia famosa acerca de que Matthieu Ricard es el “hombre más feliz del mundo” (en relación a sus insignificantes niveles de cortisol, la hormona del estrés, mientras medita), su obra más reciente –Memorias de un monje budista- es también el libro más feliz del mundo. Su lectura irradia una verdadera expansión de luz y poesía: más allá de los mensajes y moralejas que arroja casi sin querer, esta obra es una suerte de manual de la alegría. Y en este sentido me conectó con un libro de características similares, que adoro y releería mil veces: Autobiografía de un yogui, del gran Paramahansa Yogananda.

Originalmente doctorado en biología molecular en el Instituto Pasteur, es hijo del ilustre filósofo Jean-François Revel. Verdadero polígrafo, Ricard ofrece un sinnúmero de generosas e impecables conferencias y actividades vinculadas tanto a la ciencia como a la mística oriental. Convertido en uno de los traductores del Dalai Lama, es, quizás, el primer europeo que abrazó la devoción tibetana. En la Argentina tenemos un lujo similar, un compatriota brillante y humilde, casi un lama: Gerardo Abboud, también traductor de Su Santidad, que coincidentemente sostiene un vínculo amistoso con Matthieu.

Viaje espiritual

Estas memorias constituyen “un extraordinario viaje en busca de la espiritualidad de la India al Tíbet, de Bután a Nepal”. A los 21 años tuvo su encuentro en Darjeeling, cerca de la frontera con el Tíbet, “con el primer maestro espiritual que iba a orientar mi vida: Kangyur Rimpoche”.

Basta recorrer los capítulos que integran estas memorias para disfrutar de un fascinante testimonio, escrito y traducido a las mil maravillas: “Al encuentro con el maestro” le da inicio. Y le siguen: “De Benarés a Cachemira”, “Una infancia nómada”, “Siete billetes de ida y vuelta, y uno de ida”, “Siete años en Darjeeling”, “Un segundo sol”, “Preservar el Patrimonio Espiritual”, “Veintiuna veces en la morada de las nieves”, “En pleno Torbellino” y “Retorno a las fuentes”.

El mayor mérito del autor, por lo que merece toda nuestra gratitud, es su vocación de servicio. A su comunidad y al mundo entero. Práctica que, para los orientales, a través de sus diversos carismas, es el mayor de los valores humanos, incluidos –desde luego- el amor, la rectitud, la compasión, la no violencia, la ética.

La reivindicación del servicio –con tan poca prensa estos días- es el más valioso aporte que debemos rendirle al prójimo, si queremos que las mezquindades del mundo actual, inclinado a las guerras y al individualismo consumista, a los egos de los poderosos, no se perpetúen. Y podamos volver a ser plenamente humanos.

© LA GACETA - Fernando Sánchez Sorondo